El debate en torno a un posible colapso inminente del dólar estadounidense continúa siendo un tema de conversación prominente en los mercados financieros. Muchos entusiastas de Bitcoin están alentando esta posibilidad, ya que creen que sería beneficioso para la moneda digital.
Sin embargo, Lyn Alden, una experta financiera, argumenta que es poco probable que ocurra un colapso abrupto. En su lugar, predice un deterioro gradual de la moneda. Alden argumenta que muchos de los pronósticos extremos que predicen un colapso inminente son el resultado de incentivos mediáticos, análisis incompletos y aquellos que “se benefician del sensacionalismo”.
Algunos defensores de Bitcoin anticipan un colapso monetario como resultado directo de una creciente crisis de deuda pública y déficits fiscales. Sin embargo, Alden sostiene que esta perspectiva pasa por alto factores estructurales clave. Aunque los Estados Unidos están experimentando un déficit fiscal que equivale al 7% de su PIB, Alden señala que esta cifra, aunque elevada, se encuentra lejos de los niveles extremos.
También es importante tener en cuenta que, aunque el gobierno federal tiene una deuda de más de 36 billones de dólares, los hogares estadounidenses poseen alrededor de 180 billones de dólares en activos y aproximadamente 160 billones en patrimonio neto después de descontar los pasivos.
Alden también señala la importancia de la dinámica monetaria global. La base monetaria de los EE.UU. está cerca de los 6 billones de dólares, mientras que la deuda total y los préstamos denominados en dólares a nivel nacional e internacional superan los 120 billones. De este total, unos 18 billones corresponden a deuda externa, lo que implica una alta demanda de dólares por parte de agentes económicos en todo el mundo.
A diferencia de países como Venezuela, Argentina o Turquía, que carecen de demanda internacional de su moneda, el dólar opera dentro de una red financiera global en la que múltiples agentes están obligados a realizar pagos en dólares.
Alden argumenta que esta demanda estructural limita el riesgo de una depreciación repentina del dólar. Incluso si la oferta monetaria aumenta, la demanda contractual absorbe gran parte del incremento, lo que evita la hiperinflación.
A pesar de este análisis, Alden advierte que la situación no es inofensiva. La política fiscal estadounidense ya está afectando la capacidad de la Reserva Federal para controlar el crecimiento del crédito. En contextos de estrés, el banco central puede intervenir con medidas como la flexibilización cuantitativa, lo que puede estabilizar el sistema a corto plazo, pero a costa de la inflación.
Alden concluye que, aunque el dólar enfrenta desafíos estructurales, su posición como moneda de reserva global y la demanda inflexible que genera lo protegen de una crisis repentina. Sin embargo, los riesgos se acumulan lentamente y pueden tardar décadas en hacerse sentir.
Mientras tanto, Bitcoin está ganando terreno y se está perfilando como un auténtico activo de reserva, desplazando al dólar que se devalúa de forma constante, aunque lentamente.